REYES VISIGODOS Y EL REINO
Núcleo político creado en la península Ibérica por los visigodos en el transcurso del siglo VI. Los visigodos eran un pueblo germánico del grupo de los godos. Su presencia en Hispania data del año 416, cuando como federados de Roma acudieron para combatir a los suevos, vándalos y alanos, que se habían asentado en diversas regiones del territorio peninsular. Tras esta intervención, firmaron un acuerdo con Roma y se establecieron en el sur de las Galias, donde crearon el reino de Tolosa (en Toulouse). Más tarde regresaron a la Península con funciones de carácter militar iniciándose su asentamiento en estas tierras. Pero la afluencia masiva de visigodos hacia la Península se produjo después de la derrota sufrida frente a los francos en la batalla de Vouillé (507). Su asentamiento preferente se sitúa en la cuenca del Duero, una zona de escasa población y débil desarrollo urbano, que les permitía mantenerse aislados de los hispanorromanos.
Los principales reyes visigodos
El reino visigodo de Toledo comenzó a cobrar entidad durante el reinado de Leovigildo (569-586). Este monarca consiguió implantar un dominio político efectivo en la mayor parte del territorio peninsular. Se impuso a la aristocracia hispanorromana de la Bética (573-576) y anexionó el reino suevo (585). Frente a los pueblos del norte ocupó Amaya en el territorio cántabro y erigió la plaza fuerte de Victoriaco para contener a los vascones. La franja costera de Valencia a Cádiz, ocupada por los bizantinos desde principios del siglo VI, fue incorporada más tardíamente (625). Asimismo se tomaron medidas encaminadas a promover la fusión entre visigodos e hispanorromanos, base fundamental para la formación de un verdadero reino. Para acabar con las diferencias religiosas, Leovigildo trató de imponer el arrianismo como religión oficial del Estado, pero fracasó por la oposición de la Iglesia y de la aristocracia hispanorromana. Su propio hijo Hermenegildo, responsable del gobierno de la Bética, abrazó el catolicismo y se sublevó (579). Ante esta situación sólo quedaba la opción de conseguir la unidad en torno al catolicismo, medida adoptada por su hijo Recaredo en el III Concilio de Toledo (589). La unidad jurídica se consiguió con la promulgación por Recesvinto del Liber Iudiciorum (654), código de validez territorial por el que debían regirse todos los jueces.
La política
Los visigodos pretendieron instaurar un Estado centralizado, continuador del poder romano, a cuya cabeza estaba la institución monárquica. El rey era el jefe supremo de la comunidad y tenía amplios poderes judiciales, legislativos, militares y administrativos. Para reforzar su prestigio, los reyes visigodos adoptaron los atributos y el ceremonial de los emperadores. El rito de la 'unción regia', que recibían de los obispos, les confería cierto carácter sagrado. Tradicionalmente se accedía al trono por elección dentro de un linaje. Diversos reyes intentaron hacerla hereditaria recurriendo al procedimiento de la 'asociación al trono', que aseguraba la sucesión dentro de la propia familia, pero finalmente se impuso el principio electivo (IV Concilio de Toledo, 633). El organismo que auxiliaba a los reyes en sus funciones de gobierno era el Officium Palatinum, en el que se integraban los magnates de su confianza. Para la gobernación del territorio mantuvieron la división de época romana en provincias, a cuyo frente situaba a un dux. En cambio, los viejos municipios romanos fueron sustituidos por nuevos distritos de carácter más rural, los territoria,gobernados por un comes. Tanto los duques como los condes pertenecían a los escalones más altos de la nobleza y se erigieron en los grandes funcionarios de la administración territorial. Las grandes asambleas políticas del reino fueron el Aula Regia y los Concilios.
La pretensión de los reyes de revitalizar el Estado y de reafirmar el papel de la monarquía chocó con la oposición de la nobleza. Los nobles promovieron constantes rebeliones armadas, que en muchas ocasiones se saldaban con el destronamiento o la muerte del rey, y utilizaron los concilios para imponerse a los monarcas. Algunos reyes intentaron imponerse a la nobleza recurriendo a la confiscación de sus bienes o la política represiva, como sucedió con Chindasvinto (642-653), pero no pudieron detener el proceso de desintegración en que se hallaba inmerso el reino visigodo. En las últimas décadas del siglo VII, el Estado se encontraba fragmentado en múltiples células autónomas, gobernadas por la alta nobleza. Los vínculos públicos fueron sustituidos por otros de carácter privado, fundamentados en el juramento de fidelidad a los reyes. Asimismo, el ejército público había acabado por convertirse en una suma de ejércitos privados de los nobles. En los primeros años del siglo VIII se recrudeció la lucha por el poder entre las dos familias más poderosas del reino, la de Chindasvinto y la de Wamba. El clima de auténtica guerra civil en que vivía la Hispania visigoda facilitó la invasión musulmana. El último rey visigodo, Rodrigo, fue derrotado y muerto por los musulmanes en la batalla de Guadalete (711) y con él desapareció el reino de Toledo.
La economía y la sociedad
Durante la época visigoda prosiguieron las transformaciones socioeconómicas características del Bajo Imperio. Los latifundios se convirtieron en centros de articulación política y social, en los que se integraba un gran número de población libre, vinculada personal y económicamente a los grandes propietarios. Prosiguió la decadencia de las ciudades y del comercio y se agudizó el proceso de ruralización de la sociedad. Desde la conversión de Recaredo al catolicismo se produjo una confusión creciente entre el poder político y el religioso, y la cultura se convirtió en monopolio de la Iglesia. Sin duda la figura más destacada en este campo fue san Isidoro, autor de las Etimologías,considerada la primera 'enciclopedia cristiana'.
Núcleo político creado en la península Ibérica por los visigodos en el transcurso del siglo VI. Los visigodos eran un pueblo germánico del grupo de los godos. Su presencia en Hispania data del año 416, cuando como federados de Roma acudieron para combatir a los suevos, vándalos y alanos, que se habían asentado en diversas regiones del territorio peninsular. Tras esta intervención, firmaron un acuerdo con Roma y se establecieron en el sur de las Galias, donde crearon el reino de Tolosa (en Toulouse). Más tarde regresaron a la Península con funciones de carácter militar iniciándose su asentamiento en estas tierras. Pero la afluencia masiva de visigodos hacia la Península se produjo después de la derrota sufrida frente a los francos en la batalla de Vouillé (507). Su asentamiento preferente se sitúa en la cuenca del Duero, una zona de escasa población y débil desarrollo urbano, que les permitía mantenerse aislados de los hispanorromanos. Los principales reyes visigodos El reino visigodo de Toledo comenzó a cobrar entidad durante el reinado de Leovigildo (569-586). Este monarca consiguió implantar un dominio político efectivo en la mayor parte del territorio peninsular. Se impuso a la aristocracia hispanorromana de la Bética (573-576) y anexionó el reino suevo (585). Frente a los pueblos del norte ocupó Amaya en el territorio cántabro y erigió la plaza fuerte de Victoriaco para contener a los vascones. La franja costera de Valencia a Cádiz, ocupada por los bizantinos desde principios del siglo VI, fue incorporada más tardíamente (625). Asimismo se tomaron medidas encaminadas a promover la fusión entre visigodos e hispanorromanos, base fundamental para la formación de un verdadero reino. Para acabar con las diferencias religiosas, Leovigildo trató de imponer el arrianismo como religión oficial del Estado, pero fracasó por la oposición de la Iglesia y de la aristocracia hispanorromana. Su propio hijo Hermenegildo, responsable del gobierno de la Bética, abrazó el catolicismo y se sublevó (579). Ante esta situación sólo quedaba la opción de conseguir la unidad en torno al catolicismo, medida adoptada por su hijo Recaredo en el III Concilio de Toledo (589). La unidad jurídica se consiguió con la promulgación por Recesvinto del Liber Iudiciorum (654), código de validez territorial por el que debían regirse todos los jueces. La política Los visigodos pretendieron instaurar un Estado centralizado, continuador del poder romano, a cuya cabeza estaba la institución monárquica. El rey era el jefe supremo de la comunidad y tenía amplios poderes judiciales, legislativos, militares y administrativos. Para reforzar su prestigio, los reyes visigodos adoptaron los atributos y el ceremonial de los emperadores. El rito de la 'unción regia', que recibían de los obispos, les confería cierto carácter sagrado. Tradicionalmente se accedía al trono por elección dentro de un linaje. Diversos reyes intentaron hacerla hereditaria recurriendo al procedimiento de la 'asociación al trono', que aseguraba la sucesión dentro de la propia familia, pero finalmente se impuso el principio electivo (IV Concilio de Toledo, 633). El organismo que auxiliaba a los reyes en sus funciones de gobierno era el Officium Palatinum, en el que se integraban los magnates de su confianza. Para la gobernación del territorio mantuvieron la división de época romana en provincias, a cuyo frente situaba a un dux. En cambio, los viejos municipios romanos fueron sustituidos por nuevos distritos de carácter más rural, los territoria,gobernados por un comes. Tanto los duques como los condes pertenecían a los escalones más altos de la nobleza y se erigieron en los grandes funcionarios de la administración territorial. Las grandes asambleas políticas del reino fueron el Aula Regia y los Concilios. La pretensión de los reyes de revitalizar el Estado y de reafirmar el papel de la monarquía chocó con la oposición de la nobleza. Los nobles promovieron constantes rebeliones armadas, que en muchas ocasiones se saldaban con el destronamiento o la muerte del rey, y utilizaron los concilios para imponerse a los monarcas. Algunos reyes intentaron imponerse a la nobleza recurriendo a la confiscación de sus bienes o la política represiva, como sucedió con Chindasvinto (642-653), pero no pudieron detener el proceso de desintegración en que se hallaba inmerso el reino visigodo. En las últimas décadas del siglo VII, el Estado se encontraba fragmentado en múltiples células autónomas, gobernadas por la alta nobleza. Los vínculos públicos fueron sustituidos por otros de carácter privado, fundamentados en el juramento de fidelidad a los reyes. Asimismo, el ejército público había acabado por convertirse en una suma de ejércitos privados de los nobles. En los primeros años del siglo VIII se recrudeció la lucha por el poder entre las dos familias más poderosas del reino, la de Chindasvinto y la de Wamba. El clima de auténtica guerra civil en que vivía la Hispania visigoda facilitó la invasión musulmana. El último rey visigodo, Rodrigo, fue derrotado y muerto por los musulmanes en la batalla de Guadalete (711) y con él desapareció el reino de Toledo. La economía y la sociedad Durante la época visigoda prosiguieron las transformaciones socioeconómicas características del Bajo Imperio. Los latifundios se convirtieron en centros de articulación política y social, en los que se integraba un gran número de población libre, vinculada personal y económicamente a los grandes propietarios. Prosiguió la decadencia de las ciudades y del comercio y se agudizó el proceso de ruralización de la sociedad. Desde la conversión de Recaredo al catolicismo se produjo una confusión creciente entre el poder político y el religioso, y la cultura se convirtió en monopolio de la Iglesia. Sin duda la figura más destacada en este campo fue san Isidoro, autor de las Etimologías,considerada la primera 'enciclopedia cristiana'.
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